Inocúlate un dios
- soytuagapimu
- 23 may 2020
- 3 Min. de lectura
Es curioso la envidia que me provocan las personas creyentes. Las oigo hablar y pienso que debe de ser un consuelo delegar tantas cosas de la vida a cuidado ajeno.
Tan ajeno como lejano, misterioso y sagazmente callado.
Supongo que el hecho de que no haya respuesta por parte del ente poderoso al que delegas tu destino, es condición sine qua non para que la relación funcione.
No me imagino a Dios, el que sea, dándote explicaciones de por qué te ha mandado un cáncer, un accidente de coche o la ruina económica.
¿Cómo explicas eso por mucho que seas Dios?
“Es lo que te conviene, aunque aún no lo sabes”, “Te viene bien para aprender una lección de la vida” ó, si te pones pesado, un “Es lo que toca, hijo”, no son frases que te vayan a convencerde que la catástrofe es deseable, o incluso, aceptable.
Entiendo que el misterio de que nunca conteste, le da la omnipotencia a las respuestas que te creas tú. Con tus respuestas bajo el brazo, las tuyas, porque ya hemos visto que “él” no responde y con razón, te lanzas a la aventura de comprender y aceptar tu destino, por burdo que sea.
De alguna manera, debe de ser un descanso creer en la existencia de un plan místico y superior para con tu vida, y más aún, la idea de que tus buenas acciones, y un correcto plan semanal de rezos abnegados, puede afectar positivamente en las cosas que te pasen.
Lo que siempre he detestado es la animadversión entre credos. Desde mi visión desapasionada de la religión, les veo enfadarse y ofenderse entre ellos como niños que comparan juguetes. Yo, como cualquier ser humano, tengo que respetar las creencias ajenas, pero, por algún motivo superior que se me escapa, ellos no parecen tener la obligación de respetarse entre ellos mismos.
A mí también me gustaría creer en algo superior, debe de ser fantástico, porque yo soy mucho de echar las culpas fuera, y me vendría bien, pero me temo que creer no se elige.
No sé si viene de tu educación, costumbre familiar, o es cultural; si es una sensación etérea, una certeza o una conclusión racional… el hecho es que es complicado crearla si no la llevas de serie, por uso o integrada.
Cuando, por mucho que quieras, no crees en señores con barba o brillantes luces epifánicas, se te revela cierta soledad que también es una acompañante muda aceptable.
Creo que la vida se desarrolla igual, ajena a tus creencias, y de ambas maneras se puede ser feliz, sabio o infame. No puedes elegir qué creer, como no puedes elegir qué sentir, sólo puedes escoger qué hacer a continuación con lo sentido.
No puedo cambiar mi ateísmo, con su soledad y su libertad, por un credo, al igual que no puedo elegir tener la mano donde tengo un pie, por mucho que me pareciera una genial idea. Aunque el cerebro es muy plástico y cambia, esa no es una decisión consciente.
No sé qué hace falta para abrazar un credo y enajenarse a otro ser, pero de seguro a los que no nos vino de serie, no nos contagiaron de pequeños y no lo creó nuestra racionalidad adulta, nos costaría una catarsis inoculárnoslo.
Como decía, en época de incertidumbre, con nada seguro sobre la mesa, no sobra un Dios, ni cien, sino que falta una humanidad unida, independientemente del ente al que recemos (o no).
(gracias Diana por esta reflexión sobre la Fe)
Y tú ¿en qué tienes Fe?